En estos días en que los álbumes originales de The Doors han vuelto a aparecer en la Argentina en forma de vinilo, es oportuno examinar en detalle la discografía de una de las bandas más importantes de la historia del rock.

por Alfredo Rosso.

Discografías Esenciales: THE DOORS

     The Doors tenían algo único. Incluso en una década desbordante de originalidad en el rock y el pop, como fueron los ’60, los Doors se destacaron de entre sus pares. Uno de los elementos salientes era sin duda su cantante Jim Morrison. Provisto de un registro de voz potente y de una notable personalidad sobre el escenario, Morrison además era un poeta singular, con una formación literaria poco frecuente en el campo del rock. Esto hizo que las letras de los Doors sobresalieran sobre las de sus contemporáneos por la riqueza del lenguaje y de las metáforas y por la riqueza de sus referentes. Pero los Doors no eran solamente Jim Morrison. El tecladista Ray Manzarek sostenía el andamiaje melódico con una formación musical sólida y el guitarrista Robbie Krieger era versado en el lenguaje del rock y del blues. Un hecho que pocas veces se le acredita es su notable habilidad en la guitarra slide y también su considerable conocimiento de la tradición musical flamenca. Por otra parte, el baterista John Densmore brindaba la sensibilidad de un amante del jazz a sus ejecuciones, con un instinto natural para la improvisación. Densmore hacía, además, un uso propulsivo de su instrumento, y a menudo entablaba diálogos muy particulares con Morrison, cuando éste decidía alterar las canciones del grupo con nuevas letras, interjecciones, repeticiones de frases como si fuesen mantras, o simplemente lo que Jim llamaba “la pausa preñada”: momentos muy quietos en los que la música se detenía en motivos recurrentes para hacer montar la tensión entre la audiencia para luego explotar en un desenfreno vocal e instrumental casi orgásmico.

     The Doors, el primer álbum, de enero de 1967, es simplemente fundamental. Contiene los tempranos hits, “Light my fire” y “Break on through (to the other side)”, de por sí dos declaraciones de principio, la una erótica, la otra un canto a romper fronteras y barreras en la búsqueda de uno mismo. Y así como muchos escritores quisieron escribir la suprema novela (norte)americana, Morrison escribió en “The end”, el perfecto poema erótico-incestuoso-asesino-existencialista, el lado B del Gran Sueño Americano, tan distante de los Estados Unidos “caretas” como del canto de sirenas de los hippies. Pero hay más: covers de blues libidinosos como “Back door man”, de Willie Dixon via Howlin’ Wolf; odas al abandono decadente ambientadas en la república de Weimar, como “Whisky bar”, de Kurt Weill y Bertoldt Bretch y temas propios basados en escritores políticamente incorrectos como Ferdinand Celine, del cual Morrison sacó inspiración para “End of the night”. Hay canciones testimoniales y dulces como “Soul kitchen”, dedicada a un bodegón de la playa de Venice, Los Angeles, que solía amparar a Morrison, viñetas místicas como “The cristal ship” y simples mapas de ruta espiritual como “Take it as it comes”. La música, intensa, variada, rica. Las letras coloridas y multiformes. Morrison en su mejor expresión vocal. Un clásico, en suma.

     Strange Days (octubre de 1967) es la consecuencia de una banda que despliega su músculo colectivo y realiza en pleno su potencial. Los Doors ya eran famosos, iban de gira, recibían estímulos múltiples de prensa, fans, colegas y el respeto de las primeras publicaciones especializadas que veían en Morrison algo más que un simple sex-symbol teen (¡que también lo era!) y comenzaban a escudriñar sus letras en busca de los significados subyacentes. La música navega derivados del rhythm and blues, baladas y hasta un poema épico acerca de naves colonizadoras atrapadas en el mar de los Sargazos (“Horse latitudes”). Las letras son obscuras y ominosas: la Norteamérica sumergida en el pantano de Vietnam y en una amarga brecha generacional que simbolizaba dos modelos de país, está aquí representada en el tema que da título al disco y en “People are strange”, una semblanza de paranoia y dislocación. Pero también está la poesía mística de “Moonlight drive” y varias odas a amores complicados, imposibles, inasibles: “You’re lost little girl”, “Unhappy girl”, “My eyes have seen you”, para concluir con otra tour de force de quince minutos llamada “When the music’s over”, que habla sobre ecología, ambición y, en última instancia, acerca del poder sanador de la música. Nunca un final más acorde al contenido de un álbum.

     Cuando los Doors editaron Waiting for the Sun (julio de 1968) algunos allegados a su entorno señalaban que no fue un disco fácil de hacer ni de concluir. Las presiones de las giras constantes y el incremento en el consumo de alcohol de Morrison empezaban a resquebrajar la unidad interna de la banda. Sin embargo, el material de este tercer disco sigue siendo muy fuerte. Más allá del hit “Hello, I love you”, facilón y con más de una deuda al “All day and all of the night”, de los Kinks, el contenido es variado y sustancioso, desde el vals juguetón de “Wintertime love” hasta la semblanza flamenca de “Spanish caravan”, pasando por los temas abiertamente políticos, como “The unknown soldier” o “Five to one”, donde Morrison escupe todo su vitriolo contra las figuras de autoridad y opresión, hasta llegar a la simpleza de una canción de amor optimista, por una vez, como “Love street”. La música realza los soberbios climas de las letras. Tiene tono de gospel profano en “Wild love”; es oscura, hasta opresiva en “Not to touch the Earth”, melancólica en “Summer’s almost gone” y aporta un toque de suficiencia a la incursión filosófica de “Yes, the river knows”. El cierre ideal para una trilogía impecable.

     Las cosas no fueron sencillas para los Doors a partir de 1969. Un desmadrado concierto en Miami, tierra natal de Morrison, derivó en un juicio por obscenidad contra el cantante y la cancelación de varios shows debido a la onda expansiva que el escándalo causó en los municipios más conservadores de aquella época. Lo peor era que, de ser hallado culpable, Jim enfrentaba varios años “a la sombra”. El futuro del grupo, pues, estaba en dificultades. En medio de estas tensiones, los Doors graban The Soft Parade (julio de 1969), que en su momento fue recibido con críticas duras, por el hecho de que la banda usó orquesta y bronces, algo que se asociaba en aquellos tiempos con la música “straight”, la música de la generación anterior, en suma. Hoy día el disco se ve con otra perspectiva y saltan a la vista, también, sus méritos: el apocalíptico tema épico que le da título, el “Shaman’s blues”, intenso y febril, “Wild child”, otra conexión con el Morrison salvaje e indígena que siempre sostuvo tener dentro de sí, y aún temas relativamente menores, como los dos de Krieger que inician el LP, “Tell all the people” y “Touch me”, se ven realzados por una excelente interpretación vocal de Morrison, que aquí adopta una voz casi de crooner y tiene con qué. Es cierto: hay piezas que pueden ser tomadas como “rellenos”: “Do it”, “Easy ride”, “Runnin’ blue” pero The Soft Parade, sin alcanzar las alturas de sus tres predecesores, tiene sus encantos.

     El quinto disco en estudio, Morrison Hotel (febrero de 1970), fue un retorno a los Doors más inspirados, incisivos y variados. “Roadhouse blues” es un rocker intenso y visceral, una auténtica “canción del camino” y una de las interpretaciones vocales más recordadas de Morrison, quien aquí se revela nuevamente como el gran baladista que era (ver “Waiting for the sun”, “Blue Sunday”, “Indian summer”). La banda nunca perdió su instinto blusero y lo demuestra aquí en el libidinoso “The spy” y en el adrenalínico “Maggie M’Gill”, mientras que un bienvenido tono universalista rodea a canciones como “Ship of fools” y “Land ho”. Es interesante, también, la aproximación al funk de “Peace frog” y su letra testimonial acerca de los incidentes que se daban por las manifestaciones jóvenes en diversas ciudades del país y el clima cambiante que rodea otra consumada oda femenina como “Queen of the highway”. Los Doors, de vuelta a tope.

     Toda banda que trasciende tiene su “zeitgeist”, ese momento de estar en el lugar y en el momento indicados como para brindar testimonio, con su arte, de su época y sus circunstancias. El período 1967-68 fue la época de oro de los Doors, pero lo interesante es que, a pesar de que hacia fines de 1970, dejaron de estar tan seguido bajo el reflector del público y de la prensa, los cuatro músicos siguieron creciendo como artistas. Morrison a esa altura, bastante harto de las presiones del mundo del rock, quería darle rienda suelta a su faceta de poeta y de hecho llegó a publicar dos volúmenes de poesía, titulados “The Lords” y “The New Creatures”. De hecho a fines de 1970 se marcharía a París a tratar de llevar a cabo su sueño de escritor. Lamentablemente su cuerpo deteriorado por los excesos lo abandonó un día de julio del ’71. Pero antes de su temprana muerte, Morrison y los Doors habían acuñado una última obra maestra.

     Parapetados en el sótano de su oficina, convertida de facto en un estudio de grabación, los Doors grabaron, prácticamente sin sobregrabaciones, el álbum L.A.Woman (abril de 1971), que no sólo contiene la oda suprema a la ciudad que los vio nacer como grupo en la forma del extenso tema que le da título, sino también una serie de canciones que revelan a una banda que reencontró el camino, la inspiración y sus raíces. Se ve en el clima obsesivo, febril de “The changeling” y “Love her madly”, cantados a toda emoción por Morrison, en el espíritu comprometido y cien por cien blusero de “Been down so long” y “Crawling king snake”. Pero hay más. Hablando de blues, el remolón tono de “Cars hiss by my window”, una auténtica pieza de madrugada narcótica y evanescente. Por otra parte hay que destacar el tono desafiante de “The Wasp”, una remembranza de adolescencia de Morrison con la banda a pleno, el tema “L’America”, originariamente comisionado –luego descartado- por Michelangelo Antonioni para su polémico film “Zabriskie Point” y el cierre climático, misterioso de “Riders on the storm”, con la gran parte de piano eléctrico de Manzarek, la voz hipnótica de Jim y el fondo de la tormenta arrullando al oyente. Soberbio.

     Los álbumes precedentes son el núcleo de la discografía de los Doors. Como suele ocurrir cuando un grupo adquiere status de leyenda, tras la muerte de Jim Morrison aparecieron (y siguen apareciendo) numerosas ediciones de los Doors, predominantemente en forma de conciertos. Deseo recomendar, primero y principal, el que fue editado en vida de Jim, Absolutely Live (julio de 1970), que es una buena representación de la banda en gira en el período 1969-70 y tiene un par de canciones hasta ese momento inéditas, como “Universal mind”, “Who do you love”,“Build me a woman” y el extenso poema “Celebration of the lizard”. El CD doble In Concert reune Absolutely Live con otro disco en vivo que fue editado en vinilo tras la muerte de Morrison: Alive She Cried y otros bonus tracks. En el siglo actual, el sello Rhino ha editado en CD varios conciertos de los Doors, entre ellos Live at the Matrix 1967, Live at the Bowl ’68, Live at the Acquarius Theatre: The First Performance, de 1969; Live In Boston 1970, Live in Pittsburgh 1970 y el gigantesco combo de 5 CDs Live in New York, Felt Forum 1970. Son todos importantes, para tener una buena perspectiva de la banda a lo largo de su carrera, con Jim Morrison, se entiende. El sello Eagle sumó también, en 2017, Live at the Isle of Wight Festival 1970, que contiene la versión completa de la actuación de los Doors en ese prestigioso festival inglés, un combo de CD + DVD, testimonio de una de las últimas presentaciones masivas de la banda con Jim Morrison. El CD recopilatorio Bright Midnight – Live In America era una muy buena muestra de diferentes conciertos de los Doors que fueron editados individualmente en ediciones muy limitadas en número. Si lo ven, no lo duden… En 1997, el sello histórico del grupo, Elektra, publicó The Doors Box Set una caja de cuatro discos con rarezas, inéditos, lados B y hasta un concierto registrado en el Madison Square Garden de Nueva York en 1970, junto a una selección de temas de estudio elegidos por los tres músicos sobrevivientes. La caja es interesante, pero quienes la consideren un gasto quizás algo excesivo pueden contentarse con Essential Rarities, que –como el nombre lo indica- concentra lo mejor de las rarezas de la caja en un solo CD y hasta tiene un tema exclusivo como bonus, el blues “Woman is a devil”. Por último, quiero recomendar muy cálidamente el álbum An American Prayer (noviembre de 1978), con poesía grabada por Jim Morrison en diciembre de 1970, a la que siete años más tarde Krieger, Manzarek y Densmore pusieron música. Es un gran testimonio de Morrison como poeta y de la habilidad de sus tres compañeros de ruta para respaldarlo y complementarlo.

     Por último, en lo que hace a recopilaciones, hay tres que se llevan las palmas: The Best of the Doors, es la clásica, fue la primera de la era digital y contiene, en 2 CDs, los clásicos de la banda, arreglados en forma cronológica. The Very Best of the Doors es también un CD doble, contiene más temas aún y nuevas mezclas realizadas en el 2007 por los Doors sobrevivientes y por el ingeniero Bruce Botnick. Hay un tercer CD doble de recopilación realizado en 2003 que se llama Legacy-The Absolute Best que incluye como atractivo especial la versión inédita, en estudio, de “The celebration of the lizard”.

     The Singles es un atractivo set, también de 2 CDs, que incluye –como su nombre sugiere- todo los singles editados por la banda, incluyendo la era pos-Morrison, con el atractivo de algunos raros lados B, como “Who scared you” y “(You need meat) Don’t go no further”, que no se encuentran en los álbumes originales, más la versión “abreviada” de “Light my fire”. Puedo recomendar también Weird Scenes Inside the Gold Mine, dos CDs cuya selección de temas se aparta un poco del criterio habitual y “fluye” muy bien.

     Tras la muerte de Jim Morrison, los Doors continuaron como trío y editaron dos álbumes más, Other Voices (1971) y Full Circle (1972). Ambos tienen buenos momentos, ya que se trata de tres músicos de gran nivel, pero las composiciones, la voz y la gran personalidad de Morrison son elementos difíciles de reemplazar. Por eso, se recomienda encarar estos discos luego de haber explorado la discografía previa de la banda.

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